25 noviembre, 2006

Cuando no me ves

Cuando no me ves
yo sigo ahí
en medio de tu vida.
Y a pesar de las heridas
que me abre tu ceguera,
a pesar del frío de afuera
de tu alma
sigo a pie firme
buscando hundirme
más y más en tu destino.
Cuando no me ves
y ves a otro
y me creés distinto
que quién soy,
tu poeta, tu devoto,
tu enamorado eterno.
Cuando tus ojos
ven en mí el infierno,
yo sigo paraíso
y acaso es preciso
que te lo recuerde.
Cuando no me ves
y tus ojos duermen
en el desasociego
de tu extraña ira,
parece mi vida
derrumbarse.
Cuando no me ves,
y pase lo que pase,
aún soy yo
y siempre quiero
enamorarte.

Volátiles pesadillas

Tu halo me envuelve
y vuelve la alegría,
se encarna la fantasía
casi adolescente
del amor para toda la vida.
Es que te he buscado tanto
entre tan poca dicha
y tanto quebranto
y tanto tanto espanto
que hoy me parece
todo un sueño.
Y cada vez que me duermo
un poco temo
despertar de nuevo solo
y encontrar el abandono
con la luz del nuevo día.
Pero no, sé que son
volátiles pesadillas.
Sé que mi dicha
se llama Bettina
y siempre seré el hacedor
de tu alegría.

Un impaciente modo

Siento cada momento
como único
y así el tiempo
que parece disgregado
es en realidad contínuo.
Estos meses
como ningunos
han hecho coherente
mi vida.
Y lo que fue
un durar indiferente
es hoy un feroz
propósito
de mi corazón
que como un amo despótico
le impone a mis días.
Quiero de nosotros
absolutamente todo
y de algún impaciente modo
sé que lo conseguiremos.
Que la rutina
se enciende con el fuego
del deseo
y el deseo se sostiene
con un torrente de caricias.

05 noviembre, 2006

Luminosa

Luminosa de mil soles
y con colores
de primavera
entre tus pecas.
Laberinto de mil vueltas
y de tesoros ocultos
en la primera
vuelta de una esquina.
Caprichosa princesita
que siempre necesita
saberse adorada.
Laboriosa lucecita
desenreda tus pelos
y en su vuelo
se funde en ellos.
Es que tus cabellos,
tus pecas y tus ojos
son el cerrojo
de tu alma tan bella
que no alcanzan las estrellas
para eclipsar sus luces.
Esas luces que me ciegan
y me muestran
el camino hacia el infinito
abismo de tu gozo.
No es paisaje de reposo
sino de guerra,
de batallas sempiternas
entre la bravura de tus piernas
y de mi carne que te busca.
Luminosa de mil soles,
mi laberíntico tesoro,
la orquesta y coro
del himno de la vida
vivida en la alegría
de conquistarte día a día
para siempre.