11 noviembre, 2005

Gato ajeno

Me duele, querida,
no sólo del alma,
fisicamente me duele
la herida
de saberte perdida.
Mi neuroquímica
por vos clama.
Necesito tu amor
con la pasión
de la vida.
Me duele el pecho
y sin darme cuenta, lloro
tirado en mi cama
con un gato ajeno.
El ha venido a mí
tan desconocido y tan negro
como mi espíritu otrora,
justo en la hora
de todos mis miedos.
El me hace compañía
y ronronea su demora
aquí conmigo.
Este gato tiene un sentido
muy preciso para ser amigo
y de mi alma muerta de frío
hace su guarida.
El no me necesita,
pero sabe que sufro
por su partida
y me consuela su osadía
de venir hacia mí
buscando caricias
para que mis manos
que te buscan en vano
por lo menos
su piel encuentren.
El bello e indolente
gato ajeno
hoy duerme conmigo
mientras sin notarlo
te lloro dormido.