13 noviembre, 2005

Mi carne

Poco sabe mi carne
de los enredos de la mente
y aún el corazón y su dolor
le suelen ser indiferentes.

Nada sabe de tu enojo
y de tus dudas,
sólo te quiere desnuda
al lado de ella.
Y contar innúmeras estrellas
en el cuerpo tuyo
a manera de arrullo
junto con las caricias.

Ella no sospecha
que tu alma tiembla
por temor a ser herida.
Sólo suspira y transpira
por tu piel y por tu sexo.
Y no entiende que los besos
no te enciendan
y que no te duela
estar tan lejana.

Ella no sabe de la semana
de monstruos y de sombras
y afiebrada te nombra
como si tu nombre
fuera el camino
para que,
como carne de hombre,
ella fuera siempre tu destino.