16 noviembre, 2005

Un ángel peligroso

Nunca vi tanta pureza junta
en una misma mujer
que también es tan impura.
Sus ojos se trasfiguran
de santos en pecadores
con los leves roces
de mis dedos exploradores.
Bastan las palabras adecuadas
para encender su pasión
y su sagrado corazón
arde en el fuego del infierno,
que yo enciendo
para lavar mi culpa
de toda una vida de preguntas
sin respuestas.
Nunca vi tanta pureza junta
en la misma carne del pecado
que Dios le ha dado
como dones inescrutables
para despertar pasiones
de hombres desesperados
e irrescatables.
Y como tal, caí en su trampa
de asceta y de demonio
y ahora lucho sin descanso
para anidar en su regazo
y darle el caos ordenado
y la paz que tanto busca.
Ella, un ángel tan peligroso,
un milagro inesperado,
inmerecido y celestial regalo,
tomó mi corazón
y se lo ha quedado.