25 septiembre, 2005

Nubecita de tormenta (pequeño relato con moraleja y todo)

Una nube muy chiquita
se pensaba tan potente
que ella sola quería
ser terrible, ser tormenta,
ser tan negra y peligrosa
que temblara la vida misma
ante su presencia.
Una vez la nebecita
quiso ser atrevida,
dispuso su artillería
en contra de la alegría
y muy certera,
con fina puntería,
eligiendo cuidadosa
cada una de las cosas
letales que usaría
planificó el ataque
hasta el mínimo detalle
y esperó paciente
la ocasión precisa.
En un descuido impensado,
un disparate inesperado
vió su tiempo
y el plan malvado
puso en marcha.
Se supo tan importante,
tan desequilibrante
e inapelable
que el culpable pagaría
y su amada lloraría
la derrota.
No contó con el amor,
no contó con la magia
que obran las palabras,
pensó que era vacua,
mera galanura de poeta
de alma inquieta
cual veleta
a merced del primer viento.
Ella tan tormenta
quiso a su antojo dirigirla
y llevarla muy muy lejos.
Sería la dueña de la poesía
la mereciera o no,
eso no importa.
Ganaría la partida
y luciría la cabeza
de su enemiga en una pica
junto a la puerta de su casa.
Nunca pensó que el amor tan dicho
fuera tan enserio,
no supo que lo escrito
aparte de rimar
fuera verdadero.
El poeta y la musa
se amaron esa noche
más que siempre, más que nunca
y el calor de costumbre
se hizo valle, se hizo cumbre
y lo elusivo y vago
se hizo roble y montaña.
Y pasó la nube negra
absurda e impotente
y su paso casi indiferente
dejó luz en vez de sombras
y barrió todas las tinieblas.
La moraleja de esta historia
dice que la histeria,
la envidia y malevolencia
poco hacen ante la presencia
de un amor enserio.
De igual manera
creo que el poeta debiera
decirle muchas gracias
porque su desgracia
hizo a su musa más segura,
más abierta, más alerta
y toda la dulzura
que antes daba a cuentagotas
hoy es la primera
noche de lluvia de primavera
y están juntos
escuchando como cae afuera
y adentro todo es sonrisas.