21 septiembre, 2005

Intruso

En el mástil brillan
los fuegos de San Telmo
y esos fuegos fatuos
son toda la luz que tengo.
Cruzo los océanos
a capricho de tus vientos
y ya sin aliento
desmayo en el trayecto.
Tu voluntad impera
sobre todos mis sueños,
el paso del tiempo
obedece a tus relojes
y aunque tu ira destroce
las velas de mi nave
arribaré un día a tus costas
y tras riguroso exámen
acamparé en una playa
para que vayas donde vayas
esté mi presencia en tu recuerdo.
Intruso seré en tu vida,
un polizón inesperado
en el momento más impensado
de tu historia viva.
Un fantasma que recorre
toda tu geografía
y de sur a norte
iré plantando mis semillas
de amores irreconciliables
con tu actual filosofía
que los amores son pretéritos
y son lenta agonía.
Tal vez muera de hambre
antes de encontrar
donde alimentarme
o me hiele el frío
ya que no tendré otro abrigo
que mis ilusiones y fantasías
tan a trasmano como mi estadía
no deseada y malvenida.
Pero me aferro a la vida
y a sus oscuros designios.
No elijo el escenario
y a veces soy corsario
perdido tierra adentro.
Pero no dejo escapar mis sueños
por más difìciles que fueran
es que de ésta única manera
puedo vivir y sentirme vivo.
Así que disculpame
tanto inconveniente
que mi alma urgente
no conoce la merced
de hacerse la distraída
y mirar a una pared
cuando me roza la maravilla.