06 abril, 2006

Dispersos pensamientos sobbre el color de los príncipes de cuentos

¿Cómo se reconoce al amor verdadero?
Ese que será un día eterno
si le damos ocasión de serlo.
¿Cómo descorrer el velo de tul
o ver galanura de príncipe azul
si es tan mortal como nosotros?
¿Cómo vencer dragones y monstruos
si la magia es tan profunda
que a veces escasea y otras abunda?
El oráculo de la margarita
no suscita más que más preguntas
y la esperanza y el miedo se juntan
en una mezcla explosiva
que cura viejas heridas
pero que también abre nuevas.
El amor a veces es una cueva
que promete tesoros
pero está poblada de precipicios
y que se siente en todos los poros
cuando es su inicio,
pero nunca sabremos
cuando termina.
Es cuestión de vida y muerte
y la esquiva suerte
suele ser muy perra.
Pero las historias duraderas
no suelen ser fáciles
y las sensaciones táctiles
dejan de ser gráciles
al poco tiempo
si el sentimiento
se queda en la superficie.
Acaso el amor ideal no exista
y todo fuera cuestión de ganas
y de que todas las mañanas
olvidemos la margarita
con unos labios que invitan
a dar los buenos días
con el beso más hermoso de la vida.